La fotografía documental ¿aporta un valor a la interpretación de la historia de nuestro tiempo?
Concebir hoy un mundo sin imágenes equivaldría a anular la conciencia histórica de la mayoría de nosotros, enseñados cómodamente a sustituir mil palabras por una instantánea. Creer en una historia sin verificación documental, sin rostros, apoyada exclusivamente en el anonimato de los grandes hechos colectivos o en la lentitud de paso de las estructuras invisibles es ya un recurso pasado de moda. Hay imágines imprescindibles que están en muchas retinas y de ellas hay que servirse para contar la historia de nuestro tiempo.
Desde su aparición, ¿qué tipos de fotografías citarías como importantes para documentar la historia del siglo XX?
Si hemos definido el siglo XX como era de violencia, rebelión de las libertades, barricada de la protesta, apoteosis americana, epifanía de la mujer, trinchera de los nacionalismos, derrota de la razón…las fotografías que lo ilustren deben expresar esos contenidos. Este siglo-paradoja terminó su recorrido con gigantescas dudas sobre lo que el hombre ha hecho y lo que le queda por hacer , lo que ha amado y lo que ha odiado, lo que ha matado y lo que ha dejado vivir. La gloria de Einstein y el horror de Hitler. El viaje a la Luna y el paseo estalinista a Siberia. El alma grande Ghandi y el drama del Tercer Mundo. La humanidad se ha acostumbrado al directo imaginario de los grandes acontecimientos y de los máximos horrores y a la foto biográfica, al retrato del Che Guevara, los Kennedy o a los más frívolos de Marilyn Monroe y Presley.
Has escrito un libro titulado “Las fotos que hicieron historia. 1900-2011”. ¿En qué sentido una imagen se puede convertir en interpretación de un momento estelar del pasado?
Adentrándonos en el siglo XXI, ninguna información o noticia existe sin su correspondiente foto, sin su titular publicado. Y, al contrario, cualquiera que sea capaz de reproducir gráficamente la mayor farsa posible contará de antemano con seguridad de su difusión como verdadera. Mi libro incluye frases, fotos, gestos, esencias, iconografías, leyendas sonoras, huellas, tics cromáticos y otros conjuros de nuestra inevitable cultura de seres gráficos, que sobreviven en secuencias de luz y en frecuencias de sonidos.
¿Te sorprendió como historiador alguna de las fotografías seleccionadas en tu libro?
Todas las de las guerras… que demuestran gráficamente la estupidez y la maldad que también anida en el corazón del hombre. Desde Caín y Abel , la humanidad no consigue torcer su fatal destino y parece empeñada en demostrar que su evolución necesita ir vestida de uniforme y armada hasta los dientes. Al monstruo de la guerra hay que mirarlo a los ojos para poder vencerlo. En el siglo XX y en el XXI nadie le aguantó la mirada como los cámaras de los reporteros de guerra, dejando imágenes donde antes sólo había palabras, para que no olvidemos, para que no se repita ,para que no nos engañen.
¿En qué lugar del mundo echaste de menos tener una cámara fotográfica?
Conozco mis limitaciones y no me he ejercitado en el arte de la fotografía. Confío en la obra de los profesiones y en su enorme capacidad de reproducir la belleza del mundo y las grutas del infierno en la tierra. A mí me queda la palabra y en ella me refugio, después de contemplar los grandes escenarios de la vida de nuestro planeta, para fundirla con las realizaciones de los grandes fotógrafos.
De todas las fotos comentadas en tu libro ¿qué texto elegirías para reproducir en esta entrevista?
Fotografiar es poner en el mismo punto de mira la mente, el ojo y el corazón, manifestó Cartier-Bresson. No hay duda de que el genial fotógrafo francés puso todo el suyo en la realización de esta conmovedora fotografía del adiós, del adiós definitivo que desgarra por dentro y ensombrece por fuera. La mirada entristecida de la mujer ya atisba el lúgubre destino que les aguarda , la II Guerra Mundial se ha interpuesto entre ellos, negándoles el derecho a ser, a existir. El beso es el desesperado intento del hombre de negar la espantosa realidad, de engancharse a la realidad, de soñar un futuro. Desafortunadamente para esta pareja, como para tantas otras, la historia colectiva, las grandes ideologías, el afán megalómano de los políticos se encargaron de separar sus manos para no volver a sentirlas jamás.
FERNANDO GARCÍA DE CORTÁZAR.